En 2002 Roman Polanski volvió a conseguir que el mundo se estremeciera con un film dedicado al Holocausto. "El Pianista", en la que Adrien Brody da vida al músico judío Wladyslaw Szpilman, consiguió tres premios "Óscar" (entre otros) y fue vista por millones de personas (yo la vi en el cole).
Para quien aún no haya visto "El Pianista" (no sé a qué espera), se basa en las memorias del pianista judío Szpilman, quien acosado por la deriva totalitaria de Hitler en Polonia y ante el envío de su familia a un campo de concentración, inicia un periplo para intentar escapar de las garras del régimen. El guión tiene un protagonista secundario, el capitán Wilm Hosenfeld, interpretado por el actor alemán Thomas Kretschmann. Todos recuerdan a este soldado ataviado con el uniforme nazi no sólo por no delatar a Szpilman una vez que descubrió su guarida, sino por protegerle con su abrigo del intenso frío, llevarle comida y pedirle que demostrase su talento ante un piano. Pero ¿quién era realmente Hosenfeld?
Nuestro protagonista nació en Alemania en 1895 y durante la Segunda Guerra Mundial salvó a numerosas personas de una muerte segura. De profundas creencias religiosas, conocemos sus inquietudes en buena parte gracias a la correspondencia que mantuvo con su esposa, Annemarie Krummacher. En un principio Hosenfeld, que había realizado la carrera de Pedagogía y era hijo de un maestro de escuela católico, se dejó convencer, como muchos alemanes, por las ideas de Hitler en un país arrasado y humillado. Siempre demostró una gran vocación y organizaba cursos para jóvenes de poblaciones rurales. Llegaría a ser director de una escuela de primaria en Thalau, donde se instaló con su esposa y los cinco hijos que tuvieron.
En un primer momento se afilió a la organización de profesores nazis y en 1935 ingresaría en el Partido. Los hechos que se fueron sucediendo una vez que Hitler acumuló más poder (la violencia, la obligatoriedad de la afiliación juvenil al Partido, el expansionismo y las ideas racistas...) hicieron que Hosenfeld comenzase a cuestionar los principios del régimen.
Pero yendo al capítulo que nos ocupa esta entrada. El capitán nazi descubrió el 17 de noviembre de 1944 a Szpilman en una casa abandonada. Le ayudó a buscar un mejor escondite y le suministró alimentos durante las semanas siguientes, hasta la entrada en Varsovia del Ejército Rojo. Se despedirían el 12 de diciembre y nunca más volverían a hablar. Szpilman, aunque en la película no queda del todo reflejado por falta de tiempo, intentaría por todos los medios la liberación de Hosenfeld, el cual fue capturado por los soviéticos, el "único ser humano con uniforme nazi que he conocido", pero sus intentos fueron en vano. Fue trasladado a un campo en Minsk y tras ser deportado a otro y a pesar de su relativa juventud, sufrió un infarto cerebral. La URSS no cumplió su palabra de liberar a los prisioneros de guerra tras 1948 y Hosenfeld fue condenado en 1950 sin ningún tipo de garantía. Fue traslado a Stalingrado (actual Volgogrado) y en 1952 volvería a sufrir un infarto del que no se recuperó, falleciendo y siendo enterrado en el cementerio del hospital, muy lejos de su familia.
La publicación de la autobiografía de Szpilman en 1998 dio a conocer al gran público la labor de este soldado que arriesgó continuamente su vida para salvar a varios judíos y sacerdotes: "Intento salvar a todos" le confesó en una de sus cartas a su esposa. Las misivas dedicadas a Annemarie y a sus hijos reflejan la evolución del descontento de Hosenfeld y como cada vez se horrorizaba más con lo que estaba viendo: "Siempre me había gustado ser soldado, pero hoy rompería a gusto el uniforme en pedazos", "¿De dónde procede este plan diabólico, quién puede tratar así a personas humanas?", "Veo cómo los polacos sufren con sus cadenas", "Veo tanta brutalidad, mentiras y ceguera, esta guerra está cargada de injusticia, no hay ninguna idea ética", "Los nacionalsocialistas quieren exterminar, aniquilar a los que no piensan como ellos, fusilan, encierran en campos de concentración, se destruyen las iglesias cristianas y se lucha contra ellas". Hosenfeld, que fue encañonado al ponerse delante de un niño judío al que iban a fusilar por robar heno, acabó atormentado por formar parte de lo que vivía: "Hoy ha de sentir vergüenza todo aquel que se mostró partidario", "Me avergüenzo de ser uno de los que tiene la culpa de tales desgracias", "No es un honor ser alemán", "No merecemos ninguna gracia, hemos cargado sobre nosotros una infamia imborrable, todos somos culpables, me avergüenzo de ir por esta ciudad (Varsovia), todo polaco tiene derecho a escupirnos a la cara", "Quizás los hombres primitivos fueran caníbales, pero que en el siglo XX se inmole a un pueblo entero, a hombres, mujeres y niños... uno sufre tanta vergüenza que querría que le tragase la tierra".
Algunos se preguntarán porqué Hosenfeld continuaba en el Ejército pese a pensar así. Por un lado la deserción en tiempo de guerra era un delito que conllevaba la pena capital. Por otro, estaba convencido de que la única manera de seguir ayudando a personas era permaneciendo en filas.
En 2008, y sin duda empujado por el éxito de "El Pianista", el pueblo de Biebergemünd, donde había trabajado como profesor, le dedicó una plaza. También se le condecoró en 2007 con la medalla Polonia Restituta por el gobierno polaco. Sin embargo el mayor reconocimiento vendría en 2009, cuando cumpliendo los deseos de Szpilman (que falleció en 2000) fue nombrado Justo entre las Naciones, siguiendo los principios de esa frase del Talmud que reza"Quien salva una vida salva al Universo entero".
Szpilman eligió para su primer concierto en la radio de Varsovia tras la guerra "Nocturno en C menor" de Chopin, la sinfonía que había tocado para su salvador en una casa abandonada, en una ciudad en ruinas.
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